Recuerdo como pasaban los días
entre tus brazos, y la sensación inevitable que sentía cuando me escondía
contigo entre las sabanas que envolvían nuestra locura. Anhelo la manera que
tenias de prometerme un mundo perfecto cargado de rincones soñados en los que
podíamos estar juntos en nuestra imaginación.
La mirada constante de devolverme
la vida cuando lloraba hacia que todo tuviera sentido, que sonreír mereciera la
pena aunque existiera un final. Y quererte y amarte como si no existiera el
mañana hacían que extrañara cada segundo que ya había pasado, que ya habíamos
vivido y que no volveríamos a vivir de
la misma manera. Fuiste tu lo mejor que me había pasado en la vida, apareciendo
justo en el momento en el que nada tenia sentido para mi, regalandome las ganas
de amar locamente. Y sin querer más que volver a sentirte, que volver a
tocarte, que volver a besarte, imaginé que estabas allí conmigo frente al
reloj, congelando el tiempo entre segundos infinitos de felicidad eterna, porque cada segundo cuenta, porque
siempre contaras en mi vida, aunque ya no estés aquí.